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sábado, 31 de agosto de 2019

LA CABEZA DEL GRAN CAPITÁN DE LA PLAZA DE LAS TENDILLAS (CÓRDOBA) ¿ES LA DE LAGARTIJO?


Por Luis B. GUERRERO CABRERA
Agosto 2019

Mateo, Gonzalo, Rafael, punto de encuentro, Plaza de las TENDILLAS, Córdoba
GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA
LAS TENDILLAS (CÓRDOBA)

RAFAEL MOLINA SANCHEZ
LAGARTIJO




















PLAZA DE LAS TENDILLAS de CÓRDOBA ¿Estatua ecuestre del Gran Capitán con la cabeza del Primer Califa Lagartijo? 
Autor Escultor Mateo Inurria Lainosa

¿Leyenda urbana y popular? aunque antropométrica y antropomorficamente verosímil.

Desde hace muchos años se ha dicho, según la opinión popular, que la alba cabeza marmórea que corona a Gonzalo Fernández de Córdoba, el jinete sedente de la majestuosa estatua ecuestre fundida en bronce, ubicada desde hace años en el centro neurálgico de Córdoba es decir en la plaza de las Tendillas, no corresponde realmente a la cabeza del Gran Capitán. 

Se dice que la corporación municipal de esta ilustre capital andaluza, decidió en su momento colocar la testa laureada esculpida en mármol blanco, arrumbada en unos almacenes municipales, en lugar de pagar lo estipulado por el proyecto escultórico a su autor, Don Mateo Inurria Lainosa quien retenía en su poder la cabeza auténtica de tan valiente militar. 

El escultor deseaba retenerla hasta que le fuera liquidada la factura correspondiente.

Dicha cabeza, salvo por un color diferente respecto al resto del monumento encajaba bastante bien con el cuerpo aguerrido de Don Gonzalo. 

Realmente la cabeza colocada en la estatua ecuestre inspirada en otra de Donatello, ¿representaba al afamado matador de toros Rafael Molina Sánchez, apodado el Primer Califatambién le decían Lagartijo desde niño por su reducido tamaño corporal y su incesante inquietud como la de una lagartija?.

GESTACIÓN DE LA ESTATUA ECUESTRE DEL GRAN CAPITAN PARA CÓRDOBA
A instancias de D. Antonio García Pérez, capitán y profesor de la Academia de Infantería de Toledo, se propuso la erección y colocación en Córdoba de una estatua del Gran Capitán, su provincia de nacimiento, a propósito del V Centenario de su fallecimiento.

Entre algunos de los muchos méritos del militar estaba el haber sido quién contribuyera decisivamente a la derrota de Boabdil con su correspondiente expulsión de Granada, consolidando así la reconquista de España de manos musulmanas, en su poder desde el año 711.

Además, el Gran Capitán también había sido el conquistador de media Italia en nombre de la corona de Castilla y Aragón.

El 24 de Junio de 1909 se aprobó en junta de gobierno municipal de Córdoba el “Proyecto de Monumento al Gran Capitán” y le fue ofrecida su realización a Mateo Inurria Lainosa quien con bastante posterioridad a dicho acuerdo, firmó el contrato de ejecución con la municipalidad. Percibiría por la realización de la referida obra escultórica la cantidad de 100.000 pesetas.

El Ayuntamiento, siguiendo los pasos del monumento erigido en Madrid a Emilio Castelar quiso que los fondos necesarios para la ejecución del monumento fueran recaudados por cuestación popular, cosa que no llego a suceder completamente.

Los años posteriores a la firma del acuerdo entre el artista y el Ayuntamiento fueron por parte de Mateo Inurria Lainosa de intenso trabajo en el monumento, mientras que desde la Comisión municipal constituida a tal efecto, no se insistía suficientemente en el asunto recaudatorio de fondos hasta que pasado un tiempo llegó la confirmación del programa de festejos en Córdoba para la celebración del V Centenario de la muerte del Gran Capitán.

Otra distorsión importante en el desarrollo del proyecto fue la decisión del lugar de emplazamiento definitivo del monumento, pues la estatua ecuestre se colocó temporalmente donde se había previsto inicialmente, es decir en la intersección de la Avenida del Gran Capitán, que estaba en construcción, con la Ronda de Tejares.

ESCUDO DE CÓRDOBA
Pero la estatua ecuestre duró allí muy poco tiempo siendo trasladada poco después al centro de la plaza de las Tendillas, una vez finalizadas las obras de remodelación, hecho que ocasionó también mucha contrariedad en los cordobeses que preferían su ubicación inicial.

El 4 de enero de 1915, seis años después del acuerdo municipal, se abrió la suscripción popular y la cuestación pro-monumento al Gran Capitán.

El 13 de febrero de 1915 siendo alcalde de la ciudad D. Manuel Enríquez Barrios, se firmó finalmente con el escultor el contrato por el que quedaba ratificado el precio fijado de 100.000 pesetas y que se haría efectivo en tres plazos.

La suscripción popular nunca llegó a reunir las 100.000 pesetas, por lo que se creó una subcomisión municipal para conseguir más fondos, no alcanzándose ese objetivo económico.

Quienes finalmente sufragaron en su mayor parte la totalidad de la suscripción fueron el Ayuntamiento de Córdoba, el ejército, donaciones individuales, donaciones de asociaciones culturales, así como otros Ayuntamientos de la provincia.

El 2 de marzo de 1915 se iniciaron los trabajos de cimentación del monumento que no pudieron completarse por falta de fondos.

El monumento no terminaba de ser realizado, las obras no avanzaban, eternizándose, y esta circunstancia, expuesta claramente ante la luz pública, pudo ser la razón de surgir aquella ¿leyenda popular? sobre la cabeza de Lagartijo, pues la ciudadanía se preguntaba repetida e insistentemente sobre cuales serían los motivos reales del retraso.

Como sucede habitualmente se especuló, en esta ocasión con cierto fundamento, que toda esta historia estaba realmente fundamentada en motivos económicos y no políticos.

Tal vez el propio Mateo Inurria Lainosa no aceptó tampoco esta posible desavenencia con la autoridad municipal.

Ya avanzaba el año 1920, y por la misma razón presupuestaria, no prosperaba la ahora renovada voluntad municipal de retomar el proyecto, hasta que por fin en 1923 pudo terminar de recaudarse la cantidad requerida.

El hecho de que en el museo de Bellas Artes de Córdoba existan dos cabezas en bronce, como se argumenta para desautorizar la leyenda, no excluye la veracidad de la misma y solo aseguraría que ciertamente fueron esculpidas y posteriormente incluso fundidas en bronce.

El 15 de Noviembre de 1923 se inauguró “por fin” el monumento al Gran Capitán en el cruce de la Avenida del Gran Capitán con la Ronda de los Tejares.

Al año siguiente fallecía Mateo Inurria Lainosa, en Madrid, repentinamente, a los 58 años de edad. Al menos había podido ver instalado el polémico monumento ecuestre creado por él.
A lo largo de los años venideros, se produjo el cambio de configuración de la Avenida de Canalejas, por lo que el arquitecto municipal Félix Hernández Giménez elaboró en el plan urbanístico de Córdoba un nuevo proyecto para la Plaza de las Tendillas contando con instalar allí la estatua del Gran Capitán.

En 1927 se trasladó el monumento a la Plaza de las Tendillas, a pesar de la oposición vecinal que no aceptaba de buen grado el cambio de ubicación.

En 1998 se llevó a cabo una nueva reforma de la plaza de las Tendillas, siendo la que existe en la actualidad.

En octubre de 2003, el monumento fue restaurado aplicándose barnices y capas protectoras, con un coste en la intervención de 27.106 euros, con cargo al Plan de Excelencia Turístico inaugurándose la reforma el día 23 de Diciembre de 2003 siendo Rosa Aguilar alcaldesa de Córdoba

BIOGRAFIA DE LOS PERSONAJES DE ESTA HISTORIA

A.- Don Mateo INURRIA LAINOSA
Escultor cordobés y artífice de la estatua ecuestre del Gran Capitán.

Mateo Inurria Lainosa, cordobés, nacido el 24 de Marzo de 1867 y fallecido en Madrid con 58 años de edad, sin descendencia el 21 de Febrero de 1924.

D. Mateo Inurria Lainosa
Córdoba le ha dedicado una calle en el barrio de Santa Marina y un busto en los Jardines de la Agricultura, conocido popularmente como el Parque de los Patos.

También lleva su nombre la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de la capital Cordobesa, situada frente a la Iglesia de la Trinidad.

Sus restos mortales descansan en el cementerio de la Almudena de la capital madrileña. Estuvo casado, sin descendencia, con María Serrano Crespo.

Inició su formación en Córdoba, en el taller de escultura de su padre, Mateo Inurria Uriarte, continuando en la Escuela de Bellas artes cordobesa, llegando a ser profesor y director. Compartieron centro de formación artística con Lorenzo Coullaut Valera, Rafael García Guijo y con los hermanos Rafael y Julio Romero de Torres.
Ensueño
Mateo Inurria

En Córdoba desarrolló parte de su actividad como escultor, profesor, restaurador y decorador.

Becado por la Diputación provincial de Córdoba estudió durante tres años en la escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid entre 1883 y 1885.

Su estancia como becario en Paris e Italia lo fue gracias al apoyo de la misma Diputación Provincial en reconocimiento a su buena evolución en el aprendizaje académico.

En 1980 presentó su obra Un Naufrago de tal perfección y verismo que se pensó maledicentemente que se trataba de un vaciado del natural.

Con la escultura en yeso La Mina de Carbón, escultura que muestra una cierta inquietud social acorde con las tendencias de la época, ganó una medalla nacional en 1899.

Se instaló en Madrid en 1913 realizando esculturas de desnudos, su motivo preferido, consideradas como innovadoras, renovadoras y vanguardistas para la época, realizando estudios sencillos y de líneas puras ya en el siglo XX.

Superó en provincianismo cordobés venciendo las limitaciones impuestas por el academicismo, tendiendo hacia una sobriedad naturalista caracterizada por su sencillez y ausencia de detalles.

Se definía como autodidacta, sin haber tenido ningún maestro. Idealizó sus modelos en la madurez artística.

Sus monumentos públicos en Madrid fueron a Lope de Vega (1902) y al pintor Rosales (1919-1922) y en Córdoba la estatua ecuestre dedicada al Gran Capitán (1923).

En 1922 fue admitido como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Tanto en Madrid como en Córdoba no se erigen todas las obras realizadas tanto religiosas como conmemorativas.

En el frontal del Colegio La Milagrosa de la calle Gondomar de Córdoba figura  el conjunto escultórico conocido como: “Dejad que los niños se acerquen a mí”

ACTIVIDAD DOCENTE
Como docente asume la gran importancia que tiene la formación académica para mejorar al individuo y a la sociedad.

MATEO INURRIA
CÓRDOBA
Fue catedrático de Modelado de la Figura y Dibujo del Antiguo en la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Córdoba y Director de la Escuela Superior de Artes Industriales de Córdoba en 1901, pudiendo programar los estudios en las escuelas taller allí desarrolladas.

En 1911 fue nombrado profesor de término de Modelado y Vaciado en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, dedicándose con más intensidad a la escultura.

El desnudo fue el centro de su actividad escultórica, considerándolo idealizado, sobrio, sensual y erótico.

Ídolo eterno, Deseo, la Parra y Forma, ambas en el Centro de Arte Reina Sofía, son ejemplos de esta trayectoria.  En 1920 por su obra Forma recibe en 1920 la Medalla de Honor de la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Actuó de cicerone de Augusto Rodín acompañado de Ignacio Zuloaga en su visita a Córdoba en 1905.

B.- Don Gonzalo Fernández de Córdoba. El Gran Capitán
Capitán andaluz nacido en Montilla el 1 de Septiembre de 1453, perteneció al Señorío de Aguilar, sirvió fielmente a los Reyes Católicos y guerreó valientemente en su favor.

EL GRAN CAPITÁN
Era familiar del rey Fernando el Católico y miembro de la nobleza andaluza, concretamente a la Casa de Aguilar.

Fue el hijo segundón del noble caballero Pedro Fernández de Aguilar y por tanto, en base al orden de su nacimiento estaba predestinado a la vida religiosa o a la militar, optando con gran acierto por esta última.
Su progenitor era el V señor de Aguilar de la Frontera y de Priego de Córdoba, quien murió siendo muy joven, y su madre la noble Dña. Elvira de Herrera y Enríquez, prima de Juana Enríquez, reina consorte de Aragón, pues era hija de Pedro Núñez de Herrera, señor de Pedraza y de Blanca Enríquez de Mendoza, que fue hija del almirante Alfonso Enríquez, hijo de Fadrique Alfonso de Castilla y de Juana de Mendoza «la Ricahembra».

Muerto su padre, fue enviado a Córdoba junto a su hermano mayor Alfonso Fernández de Córdoba para su educación, al cuidado del prudente y discreto caballero Don Pedro de Cárcamo.

En esa época Castilla se encontraba dividida en dos bandos, uno seguía al legítimo rey Enrique IV, y otro al pretendiente don Alfonso.

EL GRAN CAPITÁN
María José Ruiz López
(
1966 - Montilla - Córdoba)
Siendo aun muy niño, en Ávila, fue incorporado como paje al servicio del príncipe Alfonso, hermano de la futura reina Isabel I de Castilla, y como tal le acompañó en sus campañas bélicas de la guerra de Sucesión que siguió tras la muerte de Enrique IV.
Gonzalo hizo sus primeras armas en la batalla de Albuera y en esta ocasión figuró al mando de una compañía de 120 jinetes.

A la muerte de Alfonso, pasó al séquito de la princesa Isabel.
La hermana de Alfonso y Gonzalo, conocida con el nombre de Leonor de Arellano y Fernández de Córdoba, se casaría con Martín Fernández de Córdoba, alcaide de los Donceles.

Reconquista del Reino de Granada
A finales de este siglo XV, los Reyes Católicos decidieron reanudar la reconquista del reino de Granada y expulsar a los moros del territorio español. 

En el ejército que fue movilizado para este fin se encontraba Don Gonzalo Fernández de Córdoba, quien durante el cerco de la ciudad se distinguió por su arrojo, proezas de armas y sus méritos en combate que le hicieron acreedor del reconocimiento real durante dicho asedio de Granada.

Derrotadas las fuerzas enemigas, el rey Fernando le encomienda que establezca con Boabdil, el último rey nazarí, los términos del tratado de rendición de la ciudad en 1492.

Una anécdota sobre su carácter recuerda que un incendio destruyó parte del campamento de los sitiadores de Granada y las llamas devoraron, entre tiendas y otros enseres, el guardarropa de la reina Isabel; Gonzalo, diligente, hizo que su esposa, María Manrique, enviara desde Illora todo lo necesario para reponer el malogrado vestuario.

Campaña de Italia
Carlos VIII de Francia invadió Italia y el Gran Capitán luchó en defensa del estandarte de Fernando el Católico, acudiendo en ayuda del rey de Nápoles, Fernando II. 

El Gran Capitán desembarcó en Messina con un ejército que debía operar junto a las tropas de Milán, Roma, Venecia y Austria, coaligadas en la llamada Liga Santa.

El rey de Nápoles había desembarcado en las costas de Calabria y se unió a Fernández de Córdoba para ocupar la ciudad de Reggio.

La campaña de ambos continuó con éxito hasta que las fuerzas aliadas fueron derrotadas en Seminara.

Fernández de Córdoba, sin embargo, levantó la alicaída moral de sus hombres y reanudó la campaña, apoderándose de las dos Calabrias.

Sin embargo, la zona norte quedó en manos de los franceses, quienes ofrecieron una tenaz resistencia.

En julio de 1496 Federico I, que había sucedido a Fernando en el trono de Nápoles, solicitó la ayuda del capitán español para atacar a los franceses. El ejército francés derrotado por Fernández de Córdoba, se vio obligado a retirarse.

Liberación de los estados vaticanos
Tras la campaña de Italia, recibiría el sobrenombre de Gran Capitán, con el que pasaría a la historia. 

El papa Alejandro VI sabedor de sus grandes dotes militares le llamó para que liberara los Estados vaticanos del acoso del corsario Menaldo Guerri, quien impedía el abastecimiento de Roma desde su base de la ciudad de Ostia, en la que ostentaba el puesto de gobernador.

Fernández de Córdoba llevó a cabo con brillante éxito la misión: tomó Ostia e hizo prisionero al corsario. Posteriormente, en Nápoles sería aclamado por el pueblo, mientras Federico I le otorgaba los ducados de Terranova y Sant’Angelo, junto con todas sus tierras, ciudades, villas y fortalezas.

Ocupación de regiones italianas de Apulia y Calabria
Tras la muerte de Carlos VIII y disuelta la Liga Santa, regresó en 1500 a Italia después de una temporada en Granada, ocupando Apulia y Calabria, que habían correspondido a los Reyes Católicos en virtud del Tratado de Granada.

Según este tratado, se había acordado con Luis XII de Francia el reparto del reino de Sicilia peninsular y el derrocamiento de Federico I. 

FERNANDO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA
El Gran Capitán desembarcó en Tropea y se hizo fuerte en las dos Calabrias y Narento, haciendo prisionero al heredero del trono, príncipe de Calabria, que fue enviado a España.

La frágil paz entre españoles y franceses duró poco y tras la reanudación de las hostilidades, estos fueron derrotados en Garellano y todo el reino de Nápoles quedó en manos españolas.

Alejamiento de la corte y muerte
Fernando el Católico fue reconocido como rey de Sicilia gracias a Fernández de Córdoba quien gobernó en su nombre.

Al cabo de unos años el entendimiento entre el monarca y su súbdito comenzó a debilitarse y, finalmente, el Gran Capitán fue obligado a regresar a España, estableciéndose en Loja, lejos de la corte. 

A Gonzalo Fernández de Córdoba se le atribuye haber creado del ejército profesional español y ser el impulsor de la infantería como base del mismo.

Murió en Granada en 1515.

Las cuentas del Gran Capitán
Puede que sea solo una leyenda pero se cuenta que el rey Fernando el Católico pidió rendición de cuentas a don Gonzalo acerca de en qué había gastado el dinero de su reino.

Esta desconfianza fue vista por el militar como un insulto y hay varias versiones de la respuesta que obtuvo el Rey Católico, pero la más fiable es la que dice que el Gran Capitán pormenorizó los gastos en los siguientes términos:
  • Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados;
  • por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados;
  • por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados;
  • por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente,
  • por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.

Cierta la anécdota o no, la expresión las cuentas del Gran Capitán ha quedado como frase hecha para una relación poco pormenorizada, en la que los elementos que la integran parecen exagerados, o para una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho.

C.- Don Rafael Molina Sánchez. El Primer Califa. Lagartijo
Conocido en el mundo taurino como Lagartijo, nació en Córdoba el 27 de Noviembre de 1841 y falleció, también el Córdoba, el 1 de agosto de 1900.

Rafael Molina, Lagartijo figura entre los cinco toreros que cambiaron las formas en la tauromaquia y el toreo de los siglos XIX y XX en España.

RAFAEL SANCHEZ
LAGARTIJO
Se conoció a este quinteto como los grandes califas del toreo, denominados así por la crítica y los aficionados taurinos. Estos fueron: Rafael Molina, Lagartijo; Rafael Guerra, Guerrita; Rafael González Madrid, Machaquito;  Manuel Rodríguez, Manolete y Manuel Benítez, El Cordobés.

En Córdoba se conoció a Rafael Molina, Lagartijo, con el sobrenombre que le dio Mariano de Cavia de “el Primer Califa”.

Fue discípulo del matador de toros Antonio Carmona, el Gordito (1838-1920), inventor de la suerte de banderillas al quiebro, de quien aprendió las distintas suertes del toreo como: los cuarteos, recortes y quiebros a los quites de los toros a picadores.
Rafael Molina, Lagartijo, fue conocido por su “discernimiento del toro y por su entendimiento en la lidia”. Toreando al natural, aportó a la tauromaquia su sello y estilo personal

Destacó así mismo por la forma de colocar las banderillas en los pares de frente, conocidos modernamente como banderillas «de poder a poder», en los pares colocados «a topa carnero» y en la manera de colocar las banderillas con su conocido «hacer las trébedes», que consistía en aparejar las banderillas en horizontal o apuntando hacia arriba para luego ejecutar la suerte además de destacar haciendo el «engaño de la silla».

Lagartijo dominó la ejecución de la suerte de banderillas al quiebro, aventajando a su maestro Antonio Carmona, el Gordito.

El torero por su osadía en el ruedo fue comparado con el diestro Manuel Fuentes,  Bocanegra (1837-1889) por los críticos taurinos y con Francisco Montes, Paquiro, por su técnica, en la que Lagartijo destacó por su manera de entender y desarrollar la tauromaquia.

Recibió el apodo de Lagartijo debido a su característica pequeña estatura y a su carácter vivo y atrevido, cualidades que le favorecieron a la hora de esquivar los envites y los derrotes de los toros, así como a la hora de adquirir la habilidad que le permitía evitar encunarse con el toro.

Se denomina 'encunar' al acto de coger el toro al torero entre las astas, rasgos de los cuales, según Sánchez de Neira, pudo el torero adquirir el mote.

Hijo del banderillero y matador de novillos Manuel Molina, Niño de Dios y de María Sánchez (casados en 1840), hermana del torilero de la plaza de toros de Córdoba del campo de la Merced, Rafael Sánchez, Poleo, los Poleo fueron una saga de torileros de Córdoba. 

Rafael Molina heredó tanto por la parte paterna como por la parte materna, su abuelo además fue novillero, la afición al toreo desde una edad muy temprana.

Sánchez de Neira en su obra Gran diccionario Tauromáquico, señala que participó en todas las lidias de novillos, vacas y becerros que pudo, tanto en el campo en tentaderos como en las plazas de toros.

Fue discípulo del torero Antonio Luque y González, el Camará con quien profundizó en el oficio taurino.

En 1852 con apenas nueve años cumplidos, Rafael Molina actuó como banderillero de cartel en la cuadrilla infantil creada por el Camará; el festejo fue organizado por el Ayuntamiento de Córdoba, su ciudad natal, con motivo de las ferias del 8 de septiembre de 1852 para recaudar fondos destinados a la construcción de un murallón junto al río Guadalquivir.

En dicha corrida de toros se lidiaron, además de dos novillos y seis reses de la ganadería de Rafael J. Barbero que fueron toreados por los espadas José Carmona, el Panadero (Sevilla) y Antonio Ortega, este último encargado además de la cuadrilla de banderilleros compuesta por Mariano Bejarano, Francisco Quesada, Manuel Fuentes Bocanegra, los tres con catorce años y Rafael Molina, Lagartijo, que entonces tenía nueve años como se ha indicado. 

Lagartijo repitió actuación con la misma cuadrilla y espadas el 26 de diciembre del mismo año en otro festejo celebrado en Córdoba, en el que se lidiaron seis novillos que fueron picados por las picadoras María Josefa López (Granada) y Tomasa García (Jerez de la Frontera).

Con Antonio Luque, el Camará, la cuadrilla del espada toreó en las plazas de toros de Úbeda, Almagro, Ciudad Real, Jaén, Écija, en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Granada y en Málaga; plazas en las que Lagartijo alcanzó la fama de un torero de profesión, este reconocimiento le hizo figurar como el primero de entre los banderilleros anunciados en cartel donde toreó.

A partir de entonces, en 1856, Lagartijo empezó a trabajar a tiempo completo en la cuadrilla del matador José Dámaso Rodríguez, Pepete junto a Rafael Bejarano, Francisco Rodríguez, Caniqui y Manuel Fuentes, Bocanegra.




Lagartijo se mantuvo en la cuadrilla de Pepete hasta 1862, cuando el diestro fallece en Madrid el 20 de abril tras una cogida del toro de la ganadería de Miura llamado Jocinero; Lagartijo pasó entonces a formar parte de la cuadrilla de José Carmona.

La primera corrida de toros oficial en la que participa Lagartijo como profesional fue el 8 de septiembre de 1859 en la que figuró como banderillero de la lidia de los seis toros.

Poco después, en 1862, se integró en la cuadrilla de los hermanos Carmona conocidos como los panaderos, primero en la de José Carmona hasta 1863 y posteriormente, el mismo año, se incorpora en la cuadrilla de Manuel Carmona.

Un año después en 1864, se incorpora a la cuadrilla y a la escuela de Antonio Carmona, El Gordito, con el que Lagartijo se adiestró y toreó en España (Madrid, Sevilla, Maestranza de Ronda entre otras plazas de toros) y Portugal donde aprendió a banderillear al estilo del país luso.

En septiembre de 1862 Lagartijo se anunció como banderillero en dos corridas especiales celebradas en Sevilla en honor de la visita que los reyes Isabel II y Francisco de Asís de Borbón realizaron a Andalucía, se lidiaron dieciséis reses toreadas por los tres hermanos Carmona y Manuel Domínguez, Desperdicios como espadas.

Con los hermanos Carmona, Lagartijo depuró su estilo inicial mejorando la técnica de los quites a los picadores, banderillas al quiebro y las de parear en corto y andando, técnicas en las que Lagartijo basó su tauromaquia.

En 1863 se presentó en Madrid en la plaza de toros de la Puerta de Alcalá.

Un año después, en 1864, tras una cogida en la plaza de toros de Cáceres era reconocido como torero de primera categoría y fue contratado como espada para lidiar cuatro astados en una corrida de toros que se celebró en Bujalance (Córdoba), actuación que está considerada como la primera en la que Lagartijo actuó como matador de toros.

Rafael Molina continuó formando parte de la cuadrilla de Antonio Carmona, El Gordito, como banderillero durante todo el año, estoqueando en algunas ocasiones en las que le fue decida la muerte de los toros.

Lagartijo dominó el manejo del capote, tanto al realizar quites de riesgo o de auxilio como en los quites del tercio de varas en los que se arriesgó e inventó lances.

El 24 de junio de 1864 Lagartijo toreó de nuevo con la cuadrilla de Antonio Carmona, El Gordito, que alternaba con Antonio Sánchez, El Tato.

Ante el clamor del público gaditano el Gordito cedió a Lagartijo la muerte de uno de sus toros, cesión a la que se negó El Tato alegando que aquel toro le correspondía a él por derecho, la privación de ver estoquear a Lagartijo provocó el enfado y las protestas de los aficionados de la plaza de toros gaditana y fue el inicio de la rivalidad entre los dos toreros.

El 3 de julio de 1864 tras estoquear a un toro de Miura, Lagartijo recogía las ovaciones del público en los medios de la plaza de toros cuando salió al ruedo de forma inesperada un toro de la ganadería de Concha Sierra que alcanzó a coger Lagartijo.

El 26 de julio del mismo año se anunció de nuevo como banderillero en Cádiz, con la cuadrilla del Gordito en una corrida de toros benéfica, organizada para crear un asilo para pobres en la que tanto el Gordito como el Tato, con sus respectivas cuadrillas, se ofrecen a colaborar gratuitamente; todos los detalles de la organización del festejo, incluidas las referencias de las cuadrillas, se recogieron en un folleto publicado por Víctor Caballero y Valero titulado Ya tienen casa los pobres.​

Tras sufrir un percance el Tato, quedaron solo Antonio Carmona y Lagartijo para lidiar los toros de la corrida, por lo que parte de los astados le fueron cedidos a Lagartijo para ser estoqueados, aumentando así su categoría como matador de toros.

Tras una larga trayectoria de actuaciones como banderillero y matador, Lagartijo pidió la alternativa de espada.

El 29 de septiembre de 1865 se anunció en el coso de Úbeda en una corrida de toros en la que se lidiaron reses portuguesas de encaste vazqueño de la ganadería de la marquesa viuda de Ontiveros; Antonio Carmona, El Gordito fue el padrino y Antonio Luque, Camará el testigo; el toro de la alternativa fue Carabuco.

Lagartijo confirmó la alternativa poco después, el 15 de octubre de 1865 en Madrid con la presencia de Cayetano Sanz en la que lidiaron toros de la ganadería Gala Ortiz​ procedentes del encaste castellano Jijona, el toro de la confirmación fue Barrigón.​

Ya como matador de toros Lagartijo toreó en diferentes plazas de importancia.
El 29 de julio de 1866 en la plaza de toros de Cartagena, en la que Lagartijo toreó solo ya que el otro espada con el que estaba anunciado, Gonzalo Mora Donaire, acudió tarde a la plaza y el festejo se inició sin él.

Del 19 al 22 de agosto de 1866, estuvo anunciado en la plaza de toros de Bilbao con Curro Cúchares, fecha en la que se inician las rivalidades entre ambos toreros. Tras la actuación de Bilbao Lagartijo padeció problemas de salud que afectaron a su torero.

De la ganadería de López Cordero, encaste Vistahermosa y vazqueño procedentes del sevillano Hidalgo Barquero, Lagartijo lidió al toro Gordito célebre por su bravura, recibió treinta varas por parte de los picadores, tras la faena del torero, Gordito, fue indultado el 20 de junio de 1869 en la real plaza de toros del Puerto de Santa María.


Dos meses más tarde, el 16 de agosto de 1869, toreó en la plaza de toros de Badajoz reses de Ziguri, de encaste Vázquez; Hortelano, fue un toro de ocho años con amplios pitones y reservón, sin codicia al embestir al que Lagartijo dio muerte con una gran estocada. La cabeza disecada del astado se conserva en Museo Taurino Municipal de Córdoba.

Rafael Molina, Lagartijo lidió unos cinco mil toros de diferentes y variados encastes a lo largo de su trayectoria profesional, cifras similares a las que toreó Pedro Romero, solo fue cogido en cinco ocasiones, fue un buen torero de capa y destacado banderillero, menos lucido con el estoque e inigualable en la faena de muleta.

Fue conocido por el cuarteo al entrar a matar y por su famoso paso atrás; fue criticado con dureza por aquellos que eran contrarios a su forma de entender la tauromaquia llegando incluso a exagerar los defectos del torero de forma injusta en ocasiones como lo hiciera Sánchez de Neria en sus obras entre ellas el Gran Diccionario Tauromáquico; lo cierto es que en los treinta y seis años en los que el diestro estuvo en activo fue considerado un torero de primer orden que sabía ver llegar a los toros y les consentía como ningún otro torero del momento lo hizo.

Realizó con destreza la suerte de banderillas al quiebro, realizada de frente al toro, inventada por Antonio Carmona El Gordito, suerte que en esa época solo realizaban unos pocos toreros.
Sentimientos, seudónimo de Eduardo de Palacio, dijo de él:
«...valiente y desahogado por su arte, andaba alrededor de los toros y los caballos», y que «llevó la competencia con Frascuelo hasta el último momento».
Lagartijo toreó con el diestro Antonio Sánchez, El Tato en la Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá (Madrid) en la corrida de toros extraordinaria celebrada el 7 de junio de 1869 en la celebración para promulgar la Constitución, el Tato resultó cogido por el cuarto toro llamado Peregrino, al entrar a matar a volapié.

Lagartijo fue el encargado de estoquear a dicho toro. Poco después tras recuperarse el Tato, en agradecimiento regaló a Lagartijo el estoque que el primero había empuñado por última vez en el ruedo con la siguiente inscripción:

Si como dicen los filósofos, la gratitud es el tributo de las almas nobles, acepta querido Lagartijo, este presente: consérvale como sagrado depósito en gracias á que simboliza el recuerdo de mis glorias, y es á la vez testigo mudo de mi desgracia: con el maté el último toro llamado Peregrino, de D. Vicente Martínez, cuarto de la corrida verificada el 7 de junio de 1869, en cuyo acto recibí la herida que me ha producido la amputación de la pierna derecha. Ante los designios de la Providencia nada puede la voluntad de los hombres: solo le resta el conformarse á tu afectísimo amigo—Antonio Sánchez (Tato)”

Lagartijo como inspiración de Artes

ESCULTURA
MASCARA MORTUORIA DE LAGARTIJO
Por Mateo Inurria
El Museo de Bellas Artes de Córdoba alberga un busto de Lagartijo realizado por el escultor Mateo Inurria Lainosa (1867-1924).

La obra pertenece al conjunto del Depósito Inurria. Se trata de una cabeza de estilo modernista realizada en el año 1903 en bronce negro mediante la técnica de fundición y vaciado, cuyas dimensiones son 35,50 centímetros de altura y 20,50 centímetros de ancho.

Mateo Inurria participó en la Exposición Nacional en 1912.
La crítica hace referencia a esta cabeza como el antecedente de la cabeza que el escultor realizó para el Monumento Ecuestre del Gran Capitán en Córdoba en 1922, esto no quiere decir sea la cabeza de Lagartijo la que aparece en el monumento.

Mateo Inurria no fue un aficionado a la tauromaquia, aunque sí sintió atracción por la plasticidad del toreo de Rafael Molina, al que conocía.
El padre de Inurria fue quien realizó el panteón funerario del torero.

PINTURA
Como muchos toreros, Lagartijo ha sido motivo de inspiración para diferentes pintores de la época y posteriores, entre ellos destacar la obra de Daniel Vázquez (1882-1969) “Las cuadrillas de Frascuelo, Lagartijo y Mazzantini”» un óleo que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía adquiere en 1988 procedente de la ordenación de fondos del Museo Español de Arte Contemporáneo, MEAC.

Daniel Vázquez pinta esta obra durante la guerra, los toreros son un tema recurrente para el pintor, de los que admira la plasticidad de estos.

LITERATURA
Pio Baroja en su novela “La feria de los discretos” refleja la decadencia de la sociedad cordobesa de finales del siglo XIX .

La acción se sitúa en la ciudad de Córdoba, en una taberna donde el personaje de Baroja, Matapalos, que reside en el barrio del Matadero, plaza de la Merced, habla de los toreros de su tiempo haciendo mención al diestro Rafael Molina, Lagartijo:
«Yo no le quito mérito a Lagartijo, ni a Manuel Fuentes , decía: pero toreros como el Pachón, como Rafael Bejarano, como Pepete y como el Camará, eso ya no se ve más en el toreo.»

MÚSICA
Juanita Reina, cantó Lagartijera por bulerías dedicada a los toreros Rafael Molina Sánchez, Lagartijo y Salvador Sánchez Povedano, Frascuelo. 

La canción formaba parte del espectáculo Solera de España Nº 2: La Niña de La Espuma compuesta por Antonio Quintero (1895-1977), Manuel López-Quiroga (1899-1988) y Rafael de León (1908-1982); espectáculo estrenado en el Gran Teatro de Córdoba el 20 de octubre de 1944. 

Lagartijera fue también interpretada en 1946 por la Niña de los Peines (1890-1969) acompañada a la guitarra por Melchor de Marchena (1907-1980).

POESÍA
Miguel de Unamuno dedicó un poema a la ciudad de Córdoba, en la serie sobre los pueblos de España, en uno de los poemas hace mención a Lagartijo:

CÓRDOBA (Miguel de Unamuno)
Saavedra, Lucano, Séneca,
Córdoba.
Roma canta en la mezquita
Gualdalquivir medita
el sueño de Abderramán.
La vida, fuerza del sino,
juego en tragedia,
tragedia en juego, Lagartijo,
en las ermitas
sestean capeadores del Señor.

El poeta Antonio Fernández Grilo, amigo del torero, escribió diversos poemas, entre ellos el llamado “A Lagartijo”, dedicado al torero estando este aún en vida:

«A LAGARTIJO» Antonio Fernández Grilo
Le canta el pueblo en su cantar sonoro,
le adora como a Dios la tierra baja,
no hay lienzo en marco ni viñeta en caja
que no ostente su busto con decoro.
Rey de la arena, vencedor del toro,
nadie en valor ni garbo le aventaja,
y lleva entre los pliegues de su faja
la Virgen pura cincelada en oro.
Del Pretorio nació, junto a la ermita,
y es tan profundo el culto verdadero
que le rinde mi Córdoba bendita,
que cuando al redondel sale el primero.

ALGO MAS SOBRE LA LEYENDA URBANA ACERCA DE QUE LA CABEZA BLANCA DE LA ESTATUA ECUESTRE NO REPRESENTA AL GRAN CAPITÁN SINO A LAGARTIJO.
Una de las más extendidas leyendas que circulan en Córdoba sobre el monumento al Gran Capitán, trata sobre que “la cabeza que incluye la estatua, no es la cabeza del Gran Capitán sino la del torero Lagartijo”.

La cabeza del Gran Capitán y la de Lagartijo tenían cierto parecido físico, al menos por la magnitud de la pirámide nasal de ambos.



LAGARTIJO
(Ver Pirámide nasal)


¿GRAN CAPÎTAN O LAGARTIJO?
(Ver pirámide nasal)

Lo que si parece es que la imagen física que se ha transmitido del Gran Capitán y la de Lagartijo dan cierta verosimilitud, que no certeza, a que sobre los hombros del valeroso militar cordobés repose la cabeza laureada del diestro, también cordobés.








¿GRAN CAPITÁN o LAGARTIJO?
(Ver Pirámide nasal)
El modelo para la cabeza de la estatua ecuestre del Gran Capitán, parece que fue, según ciertas opiniones, el organista de la Iglesia de San Nicolás. ¿Por su parecido con el Gran Capitán?

Cierta y lógicamente D. Gonzalo Fernández de Córdoba no pudo posar personalmente ante Mateo Inurria para que éste pudiera dar mayor verosimilitud a su obra, plasmando sus rasgos en la estatua de la Plaza de las Tendillas, pero el insigne escultor y académico Cordobés, probablemente tampoco habría necesitado para confeccionar su obra un modelo concreto en el que “fijarse” y lograr unos rasgos faciales de alguien muerto siglos atrás.

La imagen reflejada en cuadros y tapices correspondientes a la época representan a un , que se parece bastante menos a la cabeza de mármol presente en la plaza de las Tendillas.

Sin embargo, sí que hay ciertos rasgos antropomórficos y antropométricos de similitud facial, al menos a mí así me lo parece, entre esta blanca y marmórea faz y las imágenes del otro cordobés, el torero Rafael Molina Sánchez conocido como el Primer Califa o también como Lagartijo.

SÍNTESIS Y NUEVAS TEORÍAS, alguna peregrina. ENTRE CORDOBESES ANDA EL JUEGO
Tal vez podrían elaborarse unas nuevas versiones teóricas de la leyenda, revisadas, ampliadas y basadas en unos hechos irrefutables, que lo fueron, y según las cuales:

1) Don Mateo Inurria Lainosa,
de profesión escultor y cordobés de nacimiento y siendo como era un muy buen amigo personal de Rafael Molina Sánchez, prestigiado torero también cordobés y conocido como el Primer Califa y también como Lagartijo, y conocedores ambos, como era evidente, que hasta la época que nos ocupa no existía en la ciudad natal de ambos ningún monumento o estatua que pudiera ser considerada como un merecido reconocimiento de sus paisanos hacia la figura del matador de toros, lo que a todas luces era injusto e inadmisible.

2) Para el V centenario de la muerte del Gran Capitán, ocurrida el 2 Diciembre de 1515, el Ayuntamiento de Córdoba deseaba homenajear al militar montillano, que estuvo al Servicio de los Reyes Católicos y muy especialmente al servicio de la reina Isabel de Castilla, decidió erigir un monumento a este valiente y fiel soldado inquebrantable colaborador de Isabel y Fernando, muy especialmente y entre otros muchos y difíciles momentos, durante la reconquista del suelo patrio frente al moro invasor y en las campañas militares en Italia.

3) La municipalidad cordobesa encargó al escultor cordobés Sr. Inurria la realización del monumento conmemorativo y este, dadas las circunstancias favorables que se le presentaban, decidió aprovechar la oportunidad de honrar, al mismo tiempo, aunque disimuladamente a su buen amigo y gran torero, Lagartijo, colocando sobre el cuerpo de la bronceada estatua ecuestre del Gran Capitán, la nívea testa finamente tallada en mármol blanco de su también paisano y buen amigo el Primer Califa del toreo en lugar de la extremidad craneal del valeroso capitán de Montilla, pensando que tal vez nadie se daría cuenta de ello.

En cualquier caso el escultor siempre podría decir, y así se dijo, que si las facciones se parecían a las de alguien conocido serían, no las del torero de Córdoba, sino las del organista de San Nicolás que según dicen, le habría servido de modelo.

Los dineros del encargo escultórico volvieron a rondar de nuevo al Gran Capitán, lo mismo que antaño fue lo de rendir las famosas cuentas (del Gran Capitán), auditadas ante el Rey Fernando El Católico, por ciertas dudas de excesivas surgidas a raíz de la desconfianza sobrevenida en el Aragonés tras la muerte de su cónyuge la Reina Isabel de Castilla, principal valedora del de Montilla.

Este asunto económico afectaba directamente al profesor Inurria y de refilón a Lagartijo, quien según todo parece indicar, solo estaba de paso por allí.

4) Item plus
El pago de los trabajos para la realización de la estatua ecuestre, acordado entre el escultor y el consistorio, 100.000 pesetas de las de entonces, y que se liquidarían en tres cómodos plazos, no pudo cubrirse en su totalidad por cuestación popular ni por otras aportaciones públicas o privadas, pues a pesar de que el Ayuntamiento quería que el monumento saliera le completamente gratis a las arcas municipales y que fueran los ciudadanos los pagadores totales mediante cuestación popular exclusiva, finalmente tuvo que aportar a desgana y muy a su pesar algunos reales de la época.

5) Los presupuestos municipales anuales tampoco cubrían año tras año la partida necesaria destinada a pagarle su trabajo del escultor por lo que, y esto sigue siendo una hipótesis bastante improbable, este se barruntaba lo peor y era que al final y una vez entregada la obra no iba a cobrar de las arcas municipales los duros que le faltaba recibir.

Ante esta circunstancia, y queriendo que su nombre como escultor de calidad y prestigio pasara a la posteridad histórica, tenía tres o cuatro alternativas entre las que se vio obligado a elegir la mejor, lógicamente.

Las opciones que fueron barajadas por el artista debieron ser:

Opción A)
No entregar el monumento hasta no haber cobrado el último céntimo comprometido, pero el consistorio diría que con esta actitud el Sr. Inurria estaba chantajeando emocionalmente a sus convecinos.  Mal asunto por tanto.

Opción B)
Entregar el monumento ecuestre con el jinete acéfalo y entregar la cabeza a posteriori, cuando se liquidara la factura, pues él la tenía a buen recaudo en su taller. Esta sería una estrategia de Igual carácter chantajista que la anterior y también daba a los políticos de turno la oportunidad de manipular la opinión pública como suele ser lo más habitual.
Pero con esta postura el escultor dejaba la pelota en el tejado de la municipalidad y esta sería la “malqueda” si no pagaba, llegado su momento.

Opción C)
Entregar la estatua ecuestre con una cabeza laureada, a la sazón y casualmente la cabeza que había esculpido a su amigo Lagartijo, y que por casualidad tenía un gran parecido físico con el Gran Capitán y también, ¡que casualidad!, con el organista de San Nicolás, con lo que cuadraba impecablemente la operación y así quedaba como un señor ante sus paisanos, pues no podía ser tildado ni de chantajista ni de nada por el estilo.

Con esta opción, al mismo tiempo en cierta medida y a su manera,  su buen amigo el torero tenía su merecido reconocimiento y el homenaje de la ciudad que le vio nacer, aunque fuera subrepticiamente.

Opción D)
La última opción que, en mi humilde opinión, ni siquiera merecería la pena ser tenida en consideración, pero ciertos tratadistas del tema la han valorado seriamente, sería la siguiente:

Que el Sr. Inurria entregó al consistorio la estatua ecuestre del jinete de Montilla, que vivió a caballo entre los Siglos XV y XVI pero sin la cabeza, y que en el registro de entrada del ayuntamiento, al recepcionar la obra, se dieron cuenta rápidamente de esta carencia anatómica. Pensaron que era algo relativo a Sleepy Hollow pero pronto se dieron cuenta de que no era de eso de lo que trataba esa historia.
Dado que la acefalia “daba mucho el cante” es por lo que ese mínimo defectillo, sin apenas importancia, fue subsanado por decisión municipal colocando sobre los hombros del Gran Capitán la primera cabeza que encontraron en los almacenes municipales.

La única condición exigible para que la brillante idea fuera válida era que la cabeza tuviera un tamaño equilibrado con el del jinete y que encajara bien sobre sus hombros, pues si se decidía como otra opción políticamente plausible que la cabeza pudiera llevarla el Gran Capitán en su regazo, agarrada con su mano derecha, pues en la mano izquierda llevaba las riendas del caballo, hubiera sido exigible dar muchas explicaciones y/o tener que reescribir la historia.

Pero el Gran Capitán, en los cuadros para los que posó personalmente entre conquista y conquista, aparecía habitualmente con una larga y ondulada melena castaño oscura y tocada su poblada calota craneal con un bonete o sombrerete italiano de la época.

AGUSTINA DE ARAGÓN
ZARAGOZA
Se pensó también desde el consistorio, con gran conocimiento de la historia y por similitud patriótica, ponerle la cabeza de Agustina de Aragón que, no se sabe por que motivo, estaba en un despacho de la diputación provincial de Córdoba.

Pero esta propuesta, por ser la cabeza de la heroína propiedad de otra institución no municipal requería mucho papeleo burocrático y por supuesto más dineros, entre pólizas, sobornos y dádivas, en lugar de pagar el dinero que se adeudaba al ilustre profesor de la escuela de arte y artífice de la escultura, por lo que en sede municipal la propuesta no de ley solo alcanzó una mayoría simple y no la mayoría absoluta que se requería para este delicado asunto.

Pero D. Mateo Inurria Lainosa, quería compensar aquella proverbial y probada tacañería municipal cordobesa, honrando con dineros de su propio pecunio a su valiente y torero amigo, que tantas tardes a las diecisiete en punto de la tarde le brindara la muerte de un astado y que se había jugado su propio pellejo.

GRAN CAPITÁN
Según el escultor cordobés, el matador, también cordobés, era tan merecedor del monumento como lo era el militar de Montilla, igualmente cordobés al fin y al cabo, aunque dichosamente perteneciente al ilustre señorío de Aguilar.

No cobraré mis honorarios, pensaría el escultor Sr. Inurria, pero por lo menos me queda la íntima satisfacción de haber contribuido en gran medida a honrar a mi buen amigo y también paisano Lagartijo, el Primer Califa.

Seguramente Lagartijo, en alguna conversación íntima se habría quejado al escultor de no tener hasta entonces un busto que le perpetuara en la memoria de su pueblo cuando él ya no estuviera, y tal vez el profesor Inurria posiblemente le diría con la típica socarronería cordobesa: “Amigo mío, tu no te apures, déjalo de mi cuenta ¡que yo me encargo de todo!”.

 ETIOLOGÍA COLUMBÓGENA
DESCARTADA
Será o no verdad alguna de estas leyendas, pero cuando cualquier foráneo entra en las Tendillas, tanto los guías locales como a quien se le pregunte por la causa del albo color de la testa laureada que corona del caballista, seguramente le contarán una historia muy parecida a esta, asociándola siempre con el matador Lagartijo.

El argumento científico de que la blancura cefálica del valiente soldado ecuestre era debida a las insistentes deyecciones fecales de las sempiternas palomas, parece que ya no cuela.

Varias tesis doctorales, plagiadas posteriormente por políticos americanos en varias universidades de Estados Unidos han dado resultados negativos al intentar demostrar esta teoría escatológica.

ALGUNOS HISTORIADORES NO ACREDITAN ESTA LEYENDA
En la Página 386 del III tomo de la obra CORDOBA, editorial GEVER, 1988 se dice que nada más lejos de la realidad y que por tanto se trataría de un bulo infundado.

El profesor Ramón Montes señaló la causa de la diferencia material y cromática entre la cabeza y el resto de la escultura: “La figura ecuestre está realizada en bronce, a excepción de la cabeza que es de mármol blanco. Recurso éste, que utilizó Inurria para contrastar y darle una más genuina expresión”

Apoyó la descalificación de esta teoría en que ambas cabezas en bronce están expuestas en el Museo de Bellas Artes de Córdoba pudiendo así comprobarse fácilmente el error.

José María Palencia Cerezo en su obra “El Gran Capitán de Córdoba a Italia al Servicio del rey” y en el capítulo “El Monumento al Gran Capitán de Córdoba” constituye uno de los estudios más completos realizados sobre el monumento donde expone que:
(...) no existe al respecto ningún tipo de testimonio documental ni literario que pueda llevar a plantearlo.

En segundo lugar, porque sobre el particular nada se recoge en el contrato firmado en 1915 con el Ayuntamiento de Córdoba.

Y por último, porque de haber procedido en tal sentido, Inurria hubiera navegado contracorriente, convirtiendo una de sus obras más emblemáticas en un pastiche sin sentido de época.

DE LA LEYENDA A LOS HECHOS
Manuel Harazem
El tratadista D. Manuel Harazem desarrolla su idea al respecto de la siguiente manera.

Según este estudioso tal vez no sea leyenda sino realidad, y que quizás sí que la cabeza del militar montillano que desde los años veinte del siglo pasado preside la plaza de las Tendillas sea en verdad la del héroe popular de la ciudad por aquellos años, el torero Lagartijo

Harazen cree que tal vez se trataría de una broma que el propio Inurria quiso gastar a la ciudad o simplemente fueron los enemigos del escultor cordobés los que levantaron un falso testimonio que no es que haya hecho correr ríos de tinta, pero sí que ha protagonizado conversaciones cerveza en mano desde el cercano Bar Correo?

Harazem en su tratado sobre La cuestión de las estatuas hace un riguroso estudio histórico sobre el proceso por el que Córdoba fue de las últimas capitales de provincia de España en erigir un monumento cívico burgués a alguno de sus hijos ilustres.

Córdoba, como tantas veces ha sucedido, llegó tarde a la fiebre estatuaria de finales del siglo XIX. Tan tarde, que no fue hasta bien entrado el siglo XX cuando comenzaron a prosperar proyectos concretos. 

Pero Córdoba no sería Córdoba si su primer proyecto no hubiese estado envuelto en la polémica y hasta en su proverbial guasa.

Harazem refiere que en 1910 un grupo de intelectuales reunidos en el Ateneo de Madrid convenció al escultor tarraconense Julio Antonio, muy unido a Julio Romero de Torres, para que diseñara una estatua del torero Lagartijo con el objetivo de que acabase erigida sobre algún pedestal de la ciudad de Córdoba.

Julio Antonio se puso manos a la obra, mientras los periódicos de toda España no lo tomaban en serio.

Unos pocos estaban a favor y otros en contra de que la ciudad de Séneca o Maimónides le erigiese su primera estatua moderna a un torero, por muy héroe popular que fuera.

El proyecto de estatua a Lagartijo comenzó a fraguar, organizándose incluso corridas de toros en Alicante para recaudar fondos.

Harazem detalla el cruce de columnas e informaciones en los periódicos de aquellos años sobre la cuestión, hasta que finalmente la intelectualidad cordobesa desecha la idea. Todavía se conserva el modelo de estatua de Julio Antonio de Lagartijo, una especie de David de Miguel Ángel con la cabeza de un toro entre sus piernas.

La primera estatua de Córdoba
El ministro y cacique Barroso y Castillo falleció, y el Ayuntamiento de Córdoba encargó a Inurria que priorizase la creación de una escultura a este preboste local.

CONDOTTIERE GATTAMELATA
Donatello
PADUA
Pero la escultura realizada por Inurria, apenas duró cinco meses en los Jardines de la Agricultura.  Era marzo de 1919 en años de intenso movimiento obrero y un grupo de manifestantes cogió la picota y redujo la escultura a polvo en una noche..

Harazem refiere lo siguiente. El pintor Julio Romero de Torres, era enemigo íntimo y declarado de Inurria. Eran famosos en la ciudad los insultos que se cruzaban los dos artistas en las tabernas de la Fuenseca.

El pintor advirtió a su amigo Julio Antonio sobre las intenciones del “mamarracho” Inurria con la estatua y trató de convencerlo de que acudiera a presentarle al Ayuntamiento su propio proyecto de estatua del Gran Capitán, pero este no lo hizo.

MARCO AURELIO
Donatello
ROMA
Según Harazem  la cabeza de mármol se inspira en una diseñada por Donatello, concretamente, sería la imagen del condotiero Gattamelata de Padua.  Donatello, a su vez, tomó como modelo la estatua de Marco Aurelio en Roma.

CONDOTTIERE BARTOLOMMEO COLLEONI
Andrea Verrocchio
VENECIA
Pero Mateo Inurria, decidió que la cabeza de su estatua iba a ser diferente, el busto de mármol y el resto de bronce. La cabeza es la única parte del cuerpo no cubierta completamente por su armadura.

Mateo Inurria huyó del retrato habitual del Gran Capitán, con melena y con gorra o boina renacentista.

Según estudia Harazem, existe una escultura casi contemporánea de Diego de Siloé por encargo de la viuda del militar cordobés, que le retrata con melena y gorra renacentista.

Pero ¿por qué Inurria cambió esa imagen más próxima a la realidad histórica?

Harazem relata que “Inurria hizo dos retratos de Lagartijo, el primero usando su mascarilla mortuoria y el posterior usando el recuerdo mental de los rasgos del torero.

Inurria pudo crear la cabeza melenuda o con una calvicie incipiente donde colocar la corona de laurel.

¿Optó la opción antihistórica por comodidad o para poder usar la cabeza del héroe popular de rasgos muy aristocráticos, como la nariz aguileña y el semblante afilado?

¿Por venganza contra la sociedad cordobesa que consideró indigno de contar con estatua a un torero?

Aunque se sabe que no era aficionado a los toros sí se sabe que fue amigo del torero.

Los bustos tanto del Gran Capitán como de Lagartijo diseñados por Inurria guardan unas similitudes que hacen pensar que una está inspirada en la otra.

No obstante, hay quien lo niega como José María Palencia, que considera que Mateo Inurria nunca hubiera participado en semejante pastiche.

Fuensanta García, que también niega que la cabeza del Gran Capitán de Las Tendillas sea en realidad la de Lagartijo.

Contra la teoría de que es una leyenda, Harazem refiere la opinión de dos expertos nacionales en esculturas: Carlos Reyero y Salcedo Miliani, que “no tienen duda de que para la cabeza de don Gonzalo, Inurria usó la de Lagartijo”.

Salcedo en 1997, lo afirma en un monográfico sobre el escultor tarraconense Julio Antonio publicado por la Diputación de Tarragona y Reyero en un artículo publicado en el catálogo de la exposición celebrada en Córdoba en 2007.

Persiste la duda de las motivaciones de Inurria ¿Fue por venganza o como homenaje a su amigo el héroe popular, pues se pensó entonces que nunca tendría una estatua en Córdoba? pero un siglo después, la ciudad saldó su deuda con Lagartijo.

Siendo Rosa Aguilar la primera edil de Córdoba, se decidió instalar el busto del torero en la plaza Vaca de Alfaro


Si todavía persiste la duda lo mejor es comparar. Ambas estatuas están muy próximas una de otra.

Luis B. Guerrero Cabrera
www.saberyrecordar.blogspot.com.es
Agosto 2019